lunes, 2 de agosto de 2010

Ciudad Real, terminal fantasma.

Flamante, nuevo, el primer aeropuerto privado de España, construido para recibir 2’5 millones de pasajeros por año, agoniza al ritmo de un vuelo por día.

Fermín y Carmen Delgado pueden dormir tranquilos. La siesta de estos dos octogenarios no será perturbada por el zumbido de los aviones. Su pueblo, Villar del Pozo, está situado a 400 m, a un vuelo de pájaro, del aeropuerto internacional de Ciudad Real, en la región de Castilla-La Mancha. Como todos los vecinos, temían los perjuicios sonoros: “Un poco más y nos hacen la pista en mitad de la plaza”, echaba pestes la pareja en vísperas de la inauguración en diciembre de 2008.

Los alcaldes de los tres municipios más cercanos habían incluso negociado las indemnizaciones con los propietarios de este primer aeropuerto privado de España, destinado a convertirse, a menos de cincuenta minutos de Madrid por el AVE, en la segunda plataforma de la capital dedicada al prometedor tráfico de compañías aéreas de bajo coste.

La imponente terminal, ubicada al borde de una pista de 4 kilómetros -una de las más largas de Europa, capaz de acoger al Airbus A380-, está concebida para recibir 2’5 millones de pasajeros al año. Desde la apertura, era el objetivo anunciado para finales de 2011. Ningún riesgo de saturación, aseguraban los promotores del proyecto, pues sus 1.234 hectáreas permiten una extensión casi infinita, con la posibilidad de abrir dos o tres terminales idénticas. En los años 1990 cuando nació la idea de esta infraestructura, España veía las cosas en grande y un futuro en rosa.

Hoy reina un silencio de catedral en el inmenso vestíbulo de salidas, en el que se alinean 24 puestos de embarque, que está totalmente desierto. Esta mañana, el tablero luminoso del vestíbulo de salidas anuncia un solo vuelo: Londres, 20.30 h. La jornada será larga.

En el mostrador de La Barrila, el camarero trata con esmero a sus clientes, a los que conoce por sus nombres de pila. Son algunos de los 91 empleados del aeropuerto y los 200 colaboradores de las empresas presentes en el lugar. Algunas veces, los pasajeros rompen su rutina. Los días en los que hay un vuelo, es decir los martes, viernes y domingos, sirve “hasta 500 cafés”.

Lejos de los 750.000 pasajeros atendidos el primer año, Ciudad Real Central ha contabilizado 53.557 viajeros en 2009. La concurrencia se ha hundido en 2010. La compañía Air Berlin acabó tomando las de Villadiego. Sólo quedó Ryanair, que comenzó sus actividades en junio, cuando el tribunal de comercio puso la sociedad que gestiona el aeropuerto en liquidación judicial. Una subvención pública ha convencido in extremis a la compañía irlandesa de mantener sus tres vuelos semanales, y de paso, conservar con vida a este aeropuerto moribundo aunque flamante.

¿EL FRACASO DEL EQUIPO PRIVADO ERA EVITABLE?

Con sus 75.000 habitantes, ¿necesitaba Ciudad Real una infraestructura que ha requerido una inversión de 500 millones de euros? La ciudad, esencialmente administrativa y residencial, dormita suavemente bajo el sol de Castilla-La Mancha. Un aeródromo más modesto habría bastado para recibir la noria de aviones privados que, durante la temporada de caza traen de toda España, incluso de Europa, los más finos gatillos a las fincas de caza de la región.

Cuando la Cámara de Comercio local, la Diputación y la alcaldía de Ciudad Real esbozaron el proyecto, era cuestión de un aeropuerto esencialmente consagrado al flete aereo. Los grandes espacios desiertos de Castilla, en el centro del país, permitirían establecer una gigantesca plataforma logística en la encrucijada de los principales ejes ferroviarios y autovías. Los años de crecimiento español estaban en marcha, el crédito fácil. Durante la euforia, nadie puso en duda la modificación del proyecto inicial para convertirlo en una infraestructura dedicada a los vuelos baratos, para desatascar el madrileño aeropuerto de Barajas.

El aeropuerto Central, que soñaba convertirse en “Madrid Sur”, imaginaba su destino como el de Gerona, segundo aeropuerto de Barcelona. Pero a fuerza de retrasos burocráticos y de trampas políticas, “ha abierto en mal momento, al término de un proceso tortuoso” lamenta Francisco Cañizares, concejal de urbanismo de Ciudad Real.

La sociedad propietaria, CR Aeropuertos, ha acumulado 290 millones de deudas. La Caja de Ahorros de Castilla-La Mancha (CCM), que financió el 40% de la operación, fue intervenida por el Banco de España en 2009 después de haber rozado la bancarrota. ¿Podía haberse evitado el fiasco de una infraestructura privada como ésta en un país en el que los aeropuertos en equilibrio [financiero] se cuentan con los dedos de una mano?

Después del nombramiento de administradores judiciales, el presidente socialista de Castilla-La Mancha, Jose María Barreda, ha apelado al apoyo regional “cualesquiera que sean los interlocutores”. Una sociedad pública, creada urgentemente para “promover y contribuir a la viabilidad de las infraestructuras aeroportuarias de Castilla-La Mancha”, ha puesto 140 millones de euros a disposición de una infraestructura privada en la que los costes fijos continúan comprometiendo los resultados: “será peligroso dejar crecer la hierba sobre la pista”, ha asegurado Barreda, para quien se trata de una infraestructura “generadora de riqueza y empleo” y “un factor dinamizador de la economía local muy necesario”.

El aeropuerto fantasma será una baza en las elecciones regionales previstas para mayo de 2011. En esta comunidad autónoma, gobernada históricamente por los socialistas, el Partido Popular (PP, derecha) es dado como favorito “El PP estima que es necesario acabar con la hipocresía consistente en financiar una infraestructura privada con dinero público”, afirma Francisco Cañizares, y recuerda que ni CCM ni CR Aeropuertos son capaces de hacer frente a sus obligaciones. El dinero inyectado por la región es, a ojos de los conservadores, un último recurso “a la espera de que una persona se haga cargo de la empresa en dificultades y el milagro se manifieste”. Los rumores que apuntaban a un grupo del Golfo Pérsico y después a un fondo de pensiones americano se han desvanecido.

El PP defiende la expropiación pura y dura, más tarde, la concesión de una infraestructura que se habría convertido en pública a una sociedad especializada.

“Si el mundo no se viene abajo, el aeropuerto tiene forzosamente un futuro” quiere creer un representante del Reino de D. Quijote. Esta empresa prometió, desde sus comienzos en los años 2000, un proyecto de “complejo residencial, de ocio y negocios”, a 16 kilómetros al sur del aeropuerto. Sobre 400 ha, el proyecto es colosal, con 4.000 habitaciones de hotel, un casino, varias pistas de golf, un centro comercial y de congresos, una sala de espectáculos y cerca de 9.000 viviendas, destinadas a atraer a cerca de dos millones de visitantes al año y doblar la población de Ciudad Real. Más de 160 millones de euros se han gastado en estudios e infraestructuras. La inversión final rondará los 6 millones de euros.

Los promotores reconocen que el Reino de D. Quijote quedará en un espejismo sin un aeropuerto internacional próximo. Aunque el de Ciudad Real no ha podido tomar el nombre del héroe de Cervantes, bautizado oficialmente como Central, una gran estela de acero colocada a la entrada del aeropuerto desea la bienvenida al aeropuerto D. Quijote.

El país del ingenioso hidalgo, no renuncia tan rápido a sus quimeras.

Jean Jacques Bozonnet


LE MONDE (27-28 de junio de 2010)


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